Extraditan a Caro Quintero a EE. UU., el ‘Narco de Narcos’ que la DEA se propuso detener por matar un agente

Era la extradición más buscada por Estados Unidos y la presión del presidente Donald Trump concretó la ‘vendetta’.

Rafael Caro Quintero era el objetivo de la DEA desde hace 40 años. Este jueves, el conocido como el ‘Narco de Narcos’ fue, finalmente, extraditado a Estados Unidos.

El capo era propietario de «El Búfalo», un rancho en Chihuahua, donde había logrado cultivar marihuana en un área del tamaño de 1.000 campos de fútbol. Así, casi sin saber leer y escribir, saltó a lo más alto del narcotráfico en un tiempo récord. Con 33 años, Caro Quintero ya era millonario, dirigía con sus socios el poderoso Cartel de Guadalajara y tenía a sueldo por todo México a policías, militares, políticos y jueces. Hasta que un día de noviembre de 1984, cientos de soldados se presentaron en el lugar, detuvieron a todos los trabajadores y quemaron unas 8.000 toneladas de marihuana.

La prueba definitiva fue una foto área del rancho, tomada gracias a Kiki Camarena, un agente infiltrado de la Agencia Antidrogas Estadounidense, DEA. Caro Quintero juró venganza y meses después acabó matando con saña a Camarena y al piloto de la avioneta. La DEA nunca olvidó la afrenta y lo colocó desde entonces como su máximo objetivo. Fue encarcelado, liberado y vuelto a detener. Pero en todas estas décadas no habían conseguido la ansiada extradición. El destino llevaba 40 años pisándole los talones a Caro Quintero. Y este jueves, Estados Unidos cobró al fin su cabeza ante la presión y las amenazas de Donald Trump.

El capo, de 72 años, aterrizó al final de la tarde en Nueva York. Con traje de presidiario beige, esposado de pies y manos, bajó de un avión del Ejército mexicano. En suelo estadounidense le esperaban más de una decena de policías de la DEA, alguno incluso sacó alguna foto con el celular. La vendetta de la agencia antinarcóticos se había cumplido. “No hay escondite posible para quien secuestre, torture y asesine a un agente”. Así anunció el Gobierno estadounidense su segunda detención, en la que colaboró la propia DEA, hace tres años en la sierra de Sinaloa.

Torturó a un agente

Los cargos sobre Caro Quintero en tribunales federales estadounidenses incluyen, además del asesinato de Camarena, otras tres causas abiertas por narcotráfico en Texas, Arizona y Nueva York. La sentencia del caso Camarena consideró probado que el 7 de febrero de 1985, cuando el agente antinarcóticos salía del Consulado de Estados Unidos en Guadalajara, fue secuestrado por policías y entregado al cartel de Guadalajara. En una finca de la organización, fue torturado una y otra vez mientras un médico lo mantenía con vida. Cuando su cuerpo fue recuperado, se descubrió que había sido castrado y enterrado vivo.

Además de Caro Quintero, el trofeo más codiciado, otros 28 narcotraficantes que se encontraban en distintas cárceles del país han sido enviados a la otra orilla del Río Bravo. Entre otros, los antiguos líderes del cartel de Los Zetas, Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, conocidos como Z-40 y Z-42, y José Ángel Canobbio, alias El Güerito, uno de los máximos artífices de la distribución de fentanilo en el Cartel de Sinaloa y lugarteniente de Los Chapitos, la facción de los hijos de El Chapo Guzmán. El histórico capo de Sinaloa, que cumple una condena de cadena perpetua en una prisión de máxima seguridad de Nueva York, fue precisamente extraditado en 2017.

La historia de los dos capos caídos está entrelazada. Los dos nacieron en Badiraguato, un pueblito de campesinos en la sierra sinaloense. El Chapo, apenas cinco años más joven que Quintero, comenzó su carrera criminal siendo solo un sicario del cartel que Don Rafa, uno de sus múltiples motes, dirigía junto a Don Neto y Félix Gallardo. La detención de los fundadores del Cartel de Guadalajara, acorralados tras el asesinato de Camarena, precipitó un reordenamiento del mapa del crimen en México. Así nació el Cartel de Sinaloa y el ascenso del Chapo.

De los tres padrinos del narcotráfico moderno, Caro Quintero fue el primero en caer. Con la DEA pisándole los talones, huyó a Costa Rica con la sobrina de un exgobernador de Jalisco. Una llamada a sus padres de la joven, de 17 años, fue interceptada por la policía. Tras pasar 28 años en cinco cárceles diferentes, logró la libertad en 2013 con una argucia legal. Un juez decidió que no debía haber sido juzgado por un tribunal federal, sino por uno de su pueblo y lo dejó en libertad cuando aún le faltaban 12 más para cumplir su sentencia. A los 59 años, el viejo capo volvía a la libertad y a la clandestinidad.

Aunque sin el poder de antaño, la ficha del FBI alertaba de que seguía siendo una amenaza desde sus feudos entre el norte de Sinaloa, Sonora y Baja California. En su vuelta el ruedo, exigió derecho de antigüedad, buscó una alianza con otro veterano, El Mayo Zambada, detenido el año pasado, armó un pequeño ejército de leales y entró en guerra con Los Chapitos. No pudo recuperar el poder que le valió el apodo del Narco de narcos, y sus planes de regresar a la cima acabaron por delatarle. La DEA había reclutado a infiltrados en su círculo más cercano. El Príncipe, otro de sus apodos, quedó de nuevo atrapado por su pasado.

fuente: red uno